Hacia Rutas Salvajes – MéridaTrip

En noviembre de 2016 estuve por la ciudad de Mérida, llamada también la ciudad de los caballeros y conocida mundialmente por el sistema vaivén más alto y largo del mundo en su tipo, así es hablo del teleférico de Mukumbari.

Durante el día del recorrido, a mi mente venían fragmentos del libro de 1996 de Jon Krakauer, que inspiro la película homónima de 2007 “Into the Wild” dirigida por Sean Penn y protagonizada por Emile Hirsch.

Era la naturaleza salvaje, el helado corazón de las tierras salvajes del Norte. (Krakauer, 1996, p.15)

Quizás fue una obra que impactó mi vida al recordarme fechas, cosas y razones que me permiten identificarme con él.

Es al desierto adonde se dirigen los profetas y ermitaños, adonde van los peregrinos y exiliados. Es en él que los líderes de las grandes religiones han buscado los valores terapéuticos y espirituales del retiro, no para escapar de la realidad, sino para descubrirla. (Krakauer, 1996, p.40)

Este reportaje narra la historia real de Christopher McCandless, un joven que decide salir del sistema, dona sus ahorros a la caridad y se embarca en un viaje sin retorno a tierra inhóspita [Alaska], incluso se presenta bajo el seudónimo de Alexander Supertramp a todo quien conoce, pero parte sin dejar ni una nota a sus familiares, sus razones, no merecen saber su decisión por los engaños del pasado, solo se comunica y en pocas ocasiones con su hermana, hasta que pierde el rastro.

No eches raíces, no te establezcas. Cambia a menudo de lugar, lleva una vida nómada, renueva cada día tus expectativas. (Krakauer, 1996, p.51)

Ahora me dirijo hacia tierras salvajes. – ALEX. (Krakauer, 1996, p.60)

La belleza de estas tierras está convirtiéndose en una parte de mí. Me
siento más independiente, más ligero. (Krakauer, 1996, p.77)

En uno de los capítulos del ejemplar de Walden o la vida en los bosques de Thoreau, que se halló en el autobús, McCandless marcó con un círculo un pasaje que reza: «El hombre alcanza la plenitud con la castidad; el genio, el heroísmo, la santidad y otras virtudes similares no son sino algunos de los frutos a que da lugar.»  (Krakauer, 1996, p.57)

A continuación presento algunos fragmentos de esta obra maestra de la investigación periodística.

Tal como señaló Fridtjof Nansen, el gran explorador del Ártico galardonado con el premio Nobel, «emprendían estas extraordinarias travesías […] movidos por el deseo de encontrar lugares solitarios en los que vivir en paz como anacoretas, lejos del ruido y las tentaciones del mundo». (Krakauer, 1996, p.82)

Más que el amor, el dinero o la fama, deseo la verdad. Me senté a una mesa donde había manjares exquisitos y vino en abundancia, rodeado de comensales obsequiosos, pero carente de verdad y sinceridad. Me alejé de esa mesa inhóspita sintiendo todavía hambre. La hospitalidad era tan fría como el hielo.

HENRY DAVID THOREAU,
Walden o la vida en los bosques

[Pasaje subrayado en uno de los libros que se encontraron junto a los restos
de Chris McCandless. En el margen superior, McCandless había escrito con grandes letras mayúsculas la palabra «VERDAD».]. (Krakauer, 1996, p.98)

El vehículo estaba equipado con una litera y una estufa cilíndrica de leña, y los visitantes anteriores habían dejado en él cajas de cerillas, repelente para insectos y otros artículos de primera necesidad. «El día del autobús mágico», escribió en el diario. Decidió quedarse un tiempo allí y aprovechar las rudimentarias comodidades que el vehículo ofrecía. (Krakauer, 1996, p.131)

«LA FELICIDAD SÓLO ES REAL CUANDO ES COMPARTIDA.» «EXTREMA DEBILIDAD. ME FALTA COMIDA. SEMILLAS. TENGO MUCHAS DIFICULTADES PARA PERMANECER DE PIE. ME MUERO DE HAMBRE. GRAN PELIGRO.» (Krakauer, 1996, p.151)

McCandless es encontrado muerto en Alaska dentro del autobús mágico, muere por inanición.

McCandless dejó escrita una breve despedida: «HE TENIDO UNA VIDA FELIZ Y DOY GRACIAS AL SEÑOR. ADIÓS Y QUE DIOS OS BENDIGA.»(Krakauer, 1996, p.158)

En julio de 1992, dos años después de que Chris abandonara Atlanta, Billie (madre de Chris) estaba durmiendo en la casa de Chesapeake y se sentó de repente en la cama en mitad de la noche, despertando a Walt (padre de Chris). «Estaba segura de que había oído un grito de Chris —insiste, mientras las lágrimas corren por sus mejillas—. Nunca lo olvidaré. No estaba soñando. No fueron imaginaciones mías. ¡Oí su voz! Suplicaba: “¡Mamá, ayúdame!” Pero no podía ayudarlo porque no sabía dónde estaba. Fue todo lo que dijo: “¡Mamá, ayúdame!”» (Krakauer, 1996, p.104)

Es una herida que siempre está ahí. (Krakauer, 1996, p.161)

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